El hipocausto romano
Allá en la época del Imperio Romano, un tal Cayo Sergio Orata, de profesión ingeniero y de naturaleza friolera, tuvo la gran idea, con el fin de combatir las frescas noches romanas, de inventar un sistema llamado Hipocausto.
Este consistía en un horno al exterior del edificio el cual, una vez encendida la leña, el aire caliente producido era llevado por unas canalizaciones situadas debajo del suelo. Un gran invento éste que hizo prescindir de la rudimentaria chimenea al uso, al menos para la población más pudiente.
Desconozco si el ingeniero fue lisonjeado por sus conciudadanos por tamaña idea, aunque era lo menos que se merecía. Ya tengo mis dudas con el encargado de tener el horno a pleno rendimiento… Mi imaginación me hace pensar en un infeliz esclavo de la época cuya misión no sería otra que ser capaz de controlar el fuego de tal manera que la temperatura del aire caliente no sobrepasara unos límites. Sería, por decirlo de alguna manera, un termostato humano siempre con la congoja de no achicharrar al patricio de turno, el cual le podría enviar, sin pensarlo dos veces, al circo romano como alimento de los animales que allí moraban. Era otra época.
La Gloria castellana
Transcurrido un tiempo, hablemos de siglos, un español de origen castellano (los españoles siempre hemos demostrado ser grandes inventores), desarrolló aún más si cabe el invento de nuestro amigo Cayo, logrando un sistema calefactor basado en los mismos principios físicos, dando lugar a la Gloria.
¿Y en qué consistía la Gloria? Pues ésta se basaba en un hogar en donde se quemaba leña o paja. Este aire caliente de la combustión se hacía pasar bajo el solado de la vivienda mediante conductos produciendo una agradable sensación de calor, es decir, estaban en la gloria (permítanme el chiste fácil…)
Tal fue el éxito del sistema que éste aún se emplea en algunas viviendas solariegas castellanas en la actualidad.
A partir de ese momento y hasta nuestros días, la implacable tecnología desarrollaría mil y una formas de calentarnos. Aquel sarmiento utilizado en el hogar pasó a ser combustible gaseoso o eléctrico pero como todo en esta vida, lo bueno perdura y en este caso, la idea de cómo calentarnos de la mejor forma posible que el romano Cayo nos legó, volvió por sus fueros.
El suelo radiante Cecather
Y aquí tenemos el “Suelo Radiante”. Llegados a este punto pocas explicaciones debería de dar para describir en que consiste este sistema.
La idea de aquel sencillo hipocausto y nuestra Gloria castellana dio lugar a una calefacción invisible y limpia, puesto que ya no necesitaremos de ningún horno ni hogar. Aquel calor derivado de las brasas ahora nos será proporcionado por nuestro aliado el sol, el cual nos proveerá de una energía suficiente, ecológica y limpia para tener nuestras viviendas confortables.
Para el recuerdo queda aquel abnegado esclavo. Lo hemos sustituido por un sencillo aparato que nos controlara la temperatura de cada estancia, incluso si nos encontramos lejos de nuestra vivienda.
Para finalizar, no me queda más que agradecer a aquellos próceres que hicieron, mediante su ingenio y habilidad, el poder disfrutar en la actualidad de una calefacción sana y aunque con un perfil moderno y de alta tecnología, con muchos años de historia.